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Ayni, la cultura del cuidado mutuo y la reciprocidad

Los pueblos andinos tuvieron un sistema social basado en la reciprocidad, el cuidado de unos a otros y de la naturaleza como a nuestra propia existencia. Es una forma de vivir en comunidad que en la crisis por el COVID salió a la luz en algunos países latinoamericanos.

Los pueblos que habitaban nuestro suelo miles de años atrás tenían formas de vida que hasta aún hoy se conservan en algunos lugares y que nos pueden dejar valiosas lecciones sobre cómo vivir en sociedad.

El Ayni fue un sistema de reciprocidad que practicaron ampliamente los pueblos andinos. Su regla básica es que quien necesita ayuda es asistido por los miembros del Ayllu (la comunidad), y éste luego debe retribuir lo recibido con ayuda a otra persona que lo necesite. La ayuda mutua es la base de esta forma de organización social.

El símbolo del Ayni es una figura de manos cruzadas que representa a la comunidad que vive guiada por los valores andinos del Khuyay (Amar), Munay (Querer), Yachay (Saber) y Llankay (Laborar). A través de estos principios los pueblos originarios construyeron su civilización, basada en el amor y la compasión.

 

Cuidado mutuo

Los pueblos andinos vivían una “cultura del cuidado”. Porque somos seres comunitarios, nos cuidamos unos a otros.

Este “cuidado mutuo” es el centro del Ayllu y se basa en el amor y en todos los valores relacionados con él como la compasión, la protección, la seguridad, la enseñanza, el compartir, la reciprocidad, la empatía. “Quien ama cuida y quien cuida practica la compasión” es una máxima que explica la base de esta cultura.

En el Ayllu el dinero no jugaba ningún rol más que el mero intercambio. Las personas no eran valoradas por la cantidad de dinero que poseían ya que éste carecía de valor en sí mismo, sólo era una forma para intercambiar.

 

La relación con la naturaleza

Este es un aspecto muy importante en esta forma de organización social. Para la Cosmovisión Andina, los seres humanos somos parte de la Naturaleza y pertenecemos a ella y no al revés. La cultura andina se centra en la naturaleza y es por ello que el Ayni tiene como base fundamental una relación profunda e íntima con la Madre Tierra.

La reciprocidad con la naturaleza es un deber moral ya que la Pachamama es quién nos da la vida, los alimentos y la existencia. Esto nos da la ineludible obligación de devolver a la Tierra lo que nos da y es suyo, en vez de agotar sus recursos.

Los pueblos andinos consideran que si rompemos el Ayni (vínculo de reciprocidad) con la naturaleza, los seres humanos destruimos nuestro propio hábitat y en definitiva a nosotros mismos, porque esto es lo que lleva a que haya hambre, miseria y tragedia.

En esta cultura se concibe que somos parte de una comunidad mayor, el Ayllu cósmico y que todo en la Tierra se interrelaciona. Lo que pasa a una parte de la naturaleza nos afecta por lo cual si no la preservamos nos vemos afectados porque somos naturaleza.

Esta forma de entender la relación con nuestro medio natural hace que para los pueblos andinos los animales cobren especial importancia. En estas comunidades no se los considera “dominio” del hombre, sino sus compañeros de vida. Tan importantes han sido que se han encontrado antiguos cementerios de animales dónde estos seres fueron enterrados con todos los honores.

 

El ayni en la crisis del COVID

La situación causada por la pandemia sacó a la luz más que nunca la necesidad de un tipo de vida en sociedad más colaborativa y solidaria. Fue ahí donde los valores del Ayni se hicieron presentes en algunos países donde esta cultura aún sigue en vigencia.

En esta crisis aprendimos que los problemas que afectan a otras personas, también nos afectan a nosotros y el ayni se presenta como una manera de afrontar juntos este momento que nos alcanza a todos.

Es así que en países como Bolivia (que además de la pandemia está atravesado por una crisis política) hubo zonas que enviaron los productos que disponían en ayuda de otras. Éstas los recibieron con el convencimiento de que esta es la manera en que nos integramos como comunidad (dando ayuda, pero también recibiéndola) y la certeza de que algún día devolverán este gesto.

Esta forma de entender la vida en sociedad nos lleva a salirnos de la pregunta “¿cuándo voy a salir de esta situación?” para poder preguntarnos qué es lo que podemos ofrecer a los demás en medio de esto que nos toca vivir. Sin dudas, un enfoque muy necesario en estos días que vivimos.

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