¿Cómo podemos cambiar el mundo?, esa es la premisa que inspira la idea de un estudiante en la película Cadena de Favores. Pero más allá de la pantalla, esta iniciativa puede aplicarse en nuestra vida cotidiana y, de seguro, el mundo se convertirá en un lugar mejor.
Un profesor de primaria, con el fin de motivar a sus alumnos, les plantea el reto de encontrar una idea que cambie el mundo. Es ahí cuando Trevor, un niño de 11 años, piensa un sistema para que la bondad se difunda entre la gente.
Su planteo es simple pero poderoso: ayudar a tres personas en algo que no podrían lograr por sí mismas, y en lugar de que el favor le sea devuelto a uno, cada una de esas tres personas deben ayudar a otras tres personas y así sucesivamente.
Esta es la historia relatada en la película Cadena de Favores, estrenada en el año 2000 e inspirada en el libro «Pay It Forward» de Catherine Ryan Hyde.
Como no sucede en otros casos, ficción y realidad pueden coincidir si todos ponemos nuestro granito de arena. Si cada uno de nosotros iniciase una pequeña cadena de favores, seguramente veríamos un cambio en nuestras vidas y, muy probablemente, en la comunidad que nos rodea. No hacen falta grandes hazañas, sólo pequeñas acciones realizadas por muchos pueden generar grandes cambios en la sociedad.
¿Cómo sería el mundo si todas las personas fuésemos generosas? Sin duda, sería un lugar mucho más agradable y mejor.
De eso se trata: de poner nuestra generosidad en acción, uno a uno y que vaya contagiándose. Esta virtud consiste en dar algo a los demás sin esperar nada a cambio. Si tomamos esta actitud en nuestra vida cambiaremos la de los demás y también nuestra propia existencia. No esperamos nada a cambio, pero finalmente lo recibimos. La vida siempre nos devuelve aquello que hemos dado. Aunque, no necesariamente de las personas a las que les brindamos nuestra ayuda. La mayoría de las veces, la retribución de nuestros buenos actos viene de otro lado. Es importante tener esto en cuenta para no frustrarnos. No nos arrepintamos de ser generosos, aunque no seamos reconocidos. La vida nos lo devolverá, de otras maneras, tarde o temprano.
Una forma de vida
La generosidad no pasa sólo por dar dinero. Podemos vivirla brindando una sonrisa, ayudando a alguien en la calle, poniendo a disposición de los demás nuestros talentos y nuestro tiempo.
Para hacer de la filosofía de la Cadena de Favores una práctica de nuestro día a día, como primer paso, debemos prestar atención a las oportunidades que se nos presentan. Donde sea que nos encontremos, siempre alguien puede necesitar nuestra ayuda.
Lo mejor para que esta cadena funcione es hacer algo bueno por alguien que no conocemos o que conocemos muy poco. De este modo nos aseguraremos el no esperar retribución inmediata del otro y difundiremos mejor la actitud generosa.
Tratemos siempre de divulgar este mensaje. Si alguien quiere retribuirnos, sólo pidámosle que se una a la cadena de favores y ayude a alguien más. El efecto se multiplicará en seguida. Esto también debemos decírnoslo a nosotros mismos. Cuando alguien haga algo bueno por nosotros, no olvidemos replicarlo en otras personas.
Tan importante como saber dar algo a los demás es saber recibir. Muchas veces no nos creemos merecedores de las buenas acciones de los demás hacia nosotros. Ser generosos también implica ser agradecidos.