Numerosos estudios destacan la importancia de contar con habilidades emocionales para mejorar la calidad de vida personal y a través de ello de la sociedad toda. La educación emocional se centra en el desarrollo de esas habilidades y es un proceso que abarca toda nuestra existencia.
Nuestras emociones están presentes siempre. Nos acompañan desde que nacemos y así lo harán hasta el final de nuestra vida. Son un impulso útil que nos empuja en forma permanente para desenvolvernos en nuestro día a día. Aprender a gestionarlas es una tarea continua pero que trae enormes beneficios para las personas y para toda la sociedad.
La educación emocional es un proceso educativo continuo y permanente, que tiene como objetivo el desarrollo de competencias emocionales, con el objetivo de aumentar el bienestar personal y social.
Las competencias emocionales son la capacidad de gestionar adecuadamente un conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes que nos permitan expresar y manejar de forma apropiada nuestras emociones. Son competencias básicas para la vida, que hacen al desarrollo integral de la personalidad.
Al referirse a educación, no necesariamente tiene que ver con escolarización, si no que la gestión de las emociones es algo que se enseña tanto en la escuela como en la familia, la sociedad y por parte de otros actores sociales.
Implica un proceso porque lleva un tiempo y los cambios que se van generando son progresivos.
Para que esto suceda es necesario el acompañamiento y apuntalamiento de la persona en el ejercicio y perfeccionamiento de las habilidades emocionales. Esto implica que la educación emocional requiere de una persona que esté al lado de la otra para enseñarle, corregirla y compartiendo su tiempo.
Para alcanzar las habilidades emocionales se necesitará práctica y también es posible la mejora de lo ya adquirido.
Lo más importante es que las competencias emocionales son desarrollables (es decir, se pueden enseñar) y redundan en una mejor calidad de vida.
Diversos estudios indican que entre el 70 y 80 por ciento del éxito que obtenemos en la vida de adultos depende de las habilidades emocionales desarrolladas y habilitadas durante nuestra niñez.
Mejoras
La educación emocional es una forma de “prevención primaria inespecífica”. Esto implica que las competencias adquiridas por ella se pueden aplicar para prevenir múltiples situaciones entre las que se encuentran el consumo de drogas, el estrés, la ansiedad, la depresión o la violencia. Este tipo de abordaje permite minimizar la vulnerabilidad de la persona a determinadas disfunciones (estrés, depresión, impulsividad, agresividad, etcétera) o prevenir su aparición.
Para las escuelas es una fuente de herramientas para la resolución de conflictos y la mejora del bienestar general de todos los actores que componen la comunidad educativa.
¿Cuáles son las competencias emocionales?
Cuando se trabaja con competencias emocionales se lo hace en torno a cinco ejes:
- Conocimiento de uno mismo/a: es la capacidad de reconocer nuestras emociones y las reacciones que éstas provocan.
- Autorregulación emocional: se trata de ser capaces de identificar y expresar de manera sana nuestros sentimientos. No existen emociones buenas o malas, si no que cada una tiene una función. Por lo tanto lo que se busca no es reprimirlas sino identificar por qué y para qué surgen. Mediante esta competencia seremos capaces de calmarnos y encontrar equilibrio emocional.
- Empatía: consiste en poder reconocer y experimentar los estados emocionales de otros y reaccionar de forma apropiada.
- Motivación: es la habilidad de mantenernos optimistas para poder alcanzar nuestros objetivos. En ella intervienen muchos factores como el control de impulsos (expresado por la capacidad de resistencia a la frustración y de aplazar la gratificación), la inhibición de pensamientos negativos y la autoestima.
- Habilidades sociales: Son conductas aprendidas naturalmente que nos ayudan a desenvolvernos en situaciones interpersonales, para actuar en ellas de acuerdo a normas sociales y legales y también con criterios morales.
A partir de esto algunos de los objetivos que persigue la educación emocional son:
- obtener un mejor conocimiento de las propias emociones y de las de los demás
- aprender a regular nuestras emociones
- mitigar los efectos destructivos de los sentimientos negativos y aprender a generar positivos
- darnos la capacidad de automotivarnos
- fomentar una actitud positiva ante la vida
- aprender a gestionar los conflictos de forma sana
Proyecto de ley
La educación del siglo XX se centró en del desarrollo cognitivo, pero para este siglo lo que se requiere es estimular las competencias emocionales como un complemento indispensable de las anteriores.
El licenciado en psicología Lucas Malaisi es el autor de un proyecto de ley que plantea que la educación emocional se aplique en todas las escuelas públicas del país. Algunas provincias ya lo han aprobado pero aún son pocas. Malaisi explica que “la ciencia ya comprobó que, para aprender, nuestro cerebro necesita estar emocionalmente equilibrado. Es decir, primero debemos ocuparnos de la emoción latente en el alumno, para que luego se genere la disposición para el aprendizaje en su cerebro”.
Los chicos con habilidades emocionales son más felices, confiados y tienen más éxito en la escuela. Pero además este tipo de aprendizaje genera una fuerte base que dará lugar a adultos responsables, seguros, sanos y prósperos.
Los lugares donde se ha aplicado la educación emocional han obtenido resultados muy positivos, expresados principalmente en mejor rendimiento académico, mejor clima educativo, menos conflictividad y un refuerzo del vínculo alumnos-docente.
El especialista a cargo del proyecto plantea que luego de vencer el lecto-analfabetismo el desafío de hoy es vencer el analfabetismo emocional.