La meditación es una práctica milenaria. Si bien no se conoce exactamente desde cuando se usa los primeros registros datan del año 1500 a.C. Su introducción en Occidente se produjo varios siglos antes del boom que experimentó desde la segunda mitad del 1900.
El Dalai Lama afirma que la meditación es el «estado natural de la conciencia». Esta práctica nos permite entrenar la mente para lograr la calma.
La palabra meditación proviene de meditatum, en latín, que significa “reflexionar”. Esta ha sido una práctica común en varias religiones y hoy es utilizada por muchas personas en el mundo tanto con fines espirituales como con el objetivo de reducir el stress y mejorar la salud mental, emocional y física.
Su origen se remonta a la India, hace miles de años. No está claro desde cuándo es practicada pero existen documentos que la mencionan que datan del 1500 a.C. Sin embargo, los historiadores consideran que la meditación ya se llevaba a cabo desde unos 3000 años antes de nuestra era.
Entre los años 500 y 600 a. C., el taoísmo de China y la India budista desarrollaron la meditación en diversas formas, siguiendo la influencia de la escuela hindú de Vendata.
Algunos siglos después en el Bhagavad Gita se escribió sobre la filosofía de la meditación, el yoga y cómo vivir una vida más espiritual. Entre los Yoga Sutras de Pantanjali, escritos unos 400 años antes de Cristo, se menciona a la meditación (dhyana) como el séptimo de los ocho pasos del yoga.
La llegada de la meditación a occidente fue mucho más temprana de lo que puede creerse. En el año 20 a.C. Filo de Alejandría escribió sobre ejercicios espirituales que involucraban la concentración mental. En el tercer siglo de nuestra era, el filósofo griego Plotino desarrolló técnicas de meditación. Otros exponentes que introdujeron la práctica en esta parte del mundo fueron los padres del desierto en el medio Oriente y San Agustín.
Existen también evidencias de prácticas meditativas en el judaísmo durante la Era de Bronce y hay indicios de las mismas en el Tanaj (La Biblia hebrea).
Mientras el budismo crecía en Oriente, también lo hacía la meditación. En el siglo 8, el monje japonés Dosho abrió la primera sala de meditación en ese país.
Esta práctica también puede relacionarse con el Islam. En el siglo 12 representaba un aspecto importante del sufismo (Misticismo islámico), que se practicaba respirando pesadamente y repitiendo palabras santas.
El auge en Occidente
El mayor crecimiento de la meditación en Occidente se produjo desde el siglo XVIII cuando se comenzó a tener mayor interés por el budismo. En 1927 se publicó una traducción al inglés del Libro Tibetano de los Muertos y esto representó un verdadero impulso de la práctica en los países de habla inglesa.
Por esos años, el poeta y novelista alemán Hermann Hesse escribió el conocido libro Siddhartha. En él relata la historia del viaje espiritual de autodescubrimiento de un hombre y muestra una nueva mirada sobre la meditación. En vez de centrarse en el aspecto religioso de ésta, pone más el foco en la reducción del estrés, la relajación y la superación personal obtenidos por su práctica.
Otras obras relevantes para la divulgación de la meditación en Occidente fueron “El camino del Zen”, del filósofo Alan Watts, “El aquí y ahora”, de Ram Dass y “Las religiones del mundo”, de Huston Smith.
En los años 60 gracias a este tipo de libros se dio un importante crecimiento en el interés y conocimientos sobre la meditación, que fue acompañado por estudios que hablaban de sus beneficios.
Muchas corrientes fueron difundiéndose y surgieron organizaciones y profesionales dedicados a guiar esta práctica y darla a conocer por el mundo.