Desde hace un tiempo se habla bastante de esta bebida, pero lo cierto es que su historia se remonta a miles de años atrás. Este superalimento nos aporta microorganismos que son beneficiosos para nuestro intestino y para la salud de nuestro cuerpo en general.
El kéfir es un líquido fermentado gracias a un conjunto de levaduras y bacterias que se presentan en forma de gránulos o nódulos.
Los nódulos de kéfir se parecen al coliflor y son una masa biótica que combina bacterias probióticas, levaduras, lípidos y proteínas.
Su elaboración es por lo general doméstica, aunque en algunos comercios ya puede encontrarse preparado. La principal costumbre en torno a la producción de kéfir es que los nódulos se regalan, por lo cual se pueden conseguir gracias a otras personas que lo elaboran en sus casas y dan su excedente de nódulos a otros.
Tipos de kéfir
Existen dos clases de kéfir, según la bebida inicial con la que se prepare: kéfir de leche y de agua.
Ambos tienen la misma microflora pero hay diferencias en cuanto a las enzimas presentes en uno y otro.
El kéfir de leche tiene un aspecto similar a un yogur batido. Para elaborarlo se parte de leche de vaca o de cabra y los nódulos se valen de la lactosa para fermentar.
En la fermentación se produce una pequeña cantidad de alcohol y dióxido de carbono, por lo que es ligeramente gaseoso.
En el kéfir de agua se usa como ingrediente inicial el agua y ante la falta de lactosa, se agrega azúcar (que puede ser a través de frutas) para que se produzca la fermentación. El resultado es una bebida carbonatada, de agradable sabor algo ácido. Esta es la opción ideal para personas con intolerancia a la lactosa o para veganos.
Cómo se consume
El kéfir de leche es uno de los productos lácteos más antiguos que se conocen. Se consume desde hace miles de año y su origen se ubica en el Cáucaso.
La forma más común de incorporarlo a nuestra alimentación es como bebida, pero hay otros que con kéfir de leche hacen quesos untables o sólidos.
Lo más recomendado es consumirlo en ayunas como desayuno pero también puede tomarse en otros momentos del día.
No hay suficientes estudios como para definir científicamente la cantidad máxima de kéfir que se puede ingerir por día. Pero, sí se conoce que si lo consumimos en exceso puede causar malestar gastrointestinal. La porción sugerida es de 1 vaso (240 ml) de kéfir por día.
Propiedades
El kéfir contiene vitaminas y minerales, además de microorganismos beneficiosos para mantener el equilibrio de nuestra microbiota.
En el caso del de leche, su valor nutricional depende de la calidad del producto del que partamos. Pero en términos generales, le kéfir nos aporta minerales, en especial calcio, magnesio y fósforo; vitaminas del grupo B y vitamina K; aminoácidos esenciales y proteínas de fácil digestión.
Entre los beneficios para nuestro cuerpo encontramos:
- Refuerzo del sistema inmunitario
- Ayuda a la cicatrización de heridas
- Mejora de la flora intestinal, lo cual es un factor clave para evitar enfermedades
- Contribuye a absorber mejor los nutrientes
- Regulación del tránsito intestinal
- Combatir la inflamación del intestino
- Facilitar en la digestión
- Prevenir y combatir la gastritis, especialmente la causada por la bacteria Helicobacter Pylori
- Potente acción antibacteriana: este probiótico puede inhibir la proliferación de bacterias dañinas como la salmonella y la E. Coli
- Algunos estudios han demostrado acción anticancerígena
Dadas sus propiedades se recomienda especialmente su consumo en momentos de estrés y convalecencia.
Contraindicaciones
Si bien sus beneficios son muchos, lo que se sugiere es consumirlo con supervisión médica. En personas con patologías digestivas graves, cáncer a nivel gastrointestinal o inmunosuprimidos no es aconsejable su uso.