Estamos en la semana en que conmemoramos nuestra independencia. Te invitamos a viajar un ratito en el tiempo y sumergirnos en las costumbres de ese momento. La vestimenta marca muchos rasgos de una época y ésta no fue la excepción. Te contamos qué usaban para vestirse las damas y los caballeros de 1816 y descubrimos que algunas de nuestras creencias al respecto no son correctas.
Muchas veces la moda se ve como algo frívolo y banal. Sin embargo, la manera en que nos vestimos es un lenguaje por el cual los seres humanos comunicamos quien somos a los demás. Buceando en la vestimenta de una época podemos conocer cómo fue esa sociedad, que costumbres tenían, qué diferencias había entre las personas y mucho más.
Cuando Argentina declaró su independencia la mirada estaba puesta en Europa. De ese continente llegaron las ideas de libertad y también lo que vistieron quienes transitaron esos años de nuestra historia.
En líneas generales, en las clases altas, el hombre usaba pantalón y la famosa levita. Las señoras se vestían al estilo neoclásico, imperio o francés que conjugaban con la tradición española de la peineta y la mantilla.
La ropa era muy costosa ya que todo se traía de afuera. No había industria textil local, ya que ésta comenzó a florecer recién en el siglo XX. Hasta los ponchos requerían de la importación ya que la lana que se esquilaba de las ovejas se enviaba a Inglaterra, donde la tejían y desde allí se traía nuevamente a Argentina.
Para un artesano de la época vestirse completo podía costarle hasta dos meses enteros de sueldo. En las clases más pobres, la ropa formaba parte de la herencia.
Ropas que expresan ideas
Mirar la moda de la primera mitad del siglo XIX, es fundamental para entender la ideas políticas del momento. En la época de nuestra declaración de Independencia la máxima era que además de ser revolucionario había que parecerlo. Es por ello que la vestimenta comunicaba muy bien el sentir político de la persona que la llevaba.
Las ideas de libertad llegaron a los jóvenes de principios del 1800 y con ellas ropas que los identificaban. Las mujeres abandonaron el corset y las polleras armadas y adoptaron el vestido de corte imperio. ¡La primera libertad ganada fue la de movimiento!
El hombre cambió muy poco su vestuario y sus ideas libertarias se reflejaron principalmente a través de las corbatas y los cuellos. Su ropa habitual son calzas o pantalón, chaleco y levita o saco.
Los diferentes pensamientos políticos se reflejan también en los peinados. El varón se dejó el pelo más largo y la melena un poco arremolinada, a la francesa. Era un estilo descuidado, pero cuidado, que se oponía al arreglo prolijo de los españoles.
Las mujeres que adherían a los principios revolucionarios se hacían peinados a la griega y se las llamaba “las peladas”. Las que apoyaban al régimen anterior (colonial), seguían llevando un rodete en lo alto de la cabeza, y se las asociaba con el conocido bocadillo de panadería llamado Pan de leche. Pese a las diferencias ambas llevaban matilla para salir a la calle, cosa que resultaba extraña para los extranjeros que visitaban nuestro país, ya que en Europa la costumbre se estaba abandonando.
Cada clase con su ropa
Dado lo costoso de la ropa en esa época, la manera de vestir marcaba fuertemente las diferencias entre clases sociales.
Una persona pobre nunca llevaba levita. No tenía posibilidad de comprarla. En cambio, los miembros de la Primera Junta usaban levitas o fracs y ese era un gran distintivo.
Los artesanos, pulperos o comerciantes usaban chaqueta o casaca. Los sectores medios solían usar pañuelo en la cabeza.
A los trabajadores se los llamaba los “descamisados”, porque usaban un poncho y nada más. Literalmente, no tenían camisas.
Aunque todavía no existía el concepto de moda como lo conocemos hoy, la imagen del gaucho fue el primer arquetipo nacional.
La vestimenta gauchesca fue sufriendo una transición desde el poncho, el chiripá, las botas de potro y el pañuelo en la cabeza con el sombrero hasta la incorporación de prendas que vienen de Europa. Este es el caso de las bombachas de gaucho, que llegaron desde Rumania y Polonia y que comenzaron a ser usadas por los gauchos cuando éstos fueron estableciéndose como estancieros.
Las chinas o mujeres gauchescas hicieron su aporte a la creación de esa primer tipología de vestimenta nacional, pero en menor medida. Muchas de sus prendas ya tenían influencias europeas y, a diferencia de otros países, no tomaron elementos y costumbres de las culturas originarias.
Las damas antiguas no eran como las representamos
Los grandes faldas armadas con miriñaque, los volados, grandes mangas y peinetones que vemos en los actos escolares actuales no existían para 1816. Las damas de la época colonial, no se vestían así. Esa forma de vestir se comenzó a dar luego de 1830, en época de Rosas, quien a través de la vuelta a estas costumbres quiso realizar una recuperación simbólica de elementos hispanos. Lo hizo como una forma de contrarrestar la influencia francesa de la generación del ’37.
En la primera parte del 1800, las damas de clase alta adoptaron la sencillez de la Francia revolucionaria, con colores muy pálidos, marfil o blanco. El corte debajo del busto estilo imperio con grandes escotes y telas muy finas y transparentes como la muselina, eran las usanzas.
Los peinetones aún no se usaban. Sólo llevaban una la pequeña peineta española (tipo teja) calada y tallada en carey.
Usaban zapatos de tela, generalmente blancos o negros, que ellas mismas los cosían y bordaban con mostacillas. Los zapateros les colocaban las suelas y no usaban tacos.
Las faldas se acortaron algo con respecto al uso europeo ya que la Buenos Aires colonial era una pequeña ciudad con poca urbanización. Si las usaban más largas se embarraban y ensuciaban muy fácilmente.