Revista Vertice

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La mirada de los padres sobre sus hijos tiene un gran poder. Ellos verán a través de ésta nuestros sentimientos y aprenderán a mirarse a ellos mismos de la misma manera en que nosotros lo hacemos con ellos. Es importante revisar nuestras miradas y ver qué estamos diciendo con ellas.

 

El lenguaje de la mirada muchas veces dice más que nuestras palabras. Con nuestros ojos podemos expresar amor, enojo, ternura, rechazo. La manera cómo miremos a  nuestros hijos es un factor muy importante en nuestra relación con ellos. A través de ella podemos llegar a rincones de su alma a los que no llegarán los sermones, los consejos o hasta los elogios.

Estamos en un tiempo de cambios en los paradigmas de crianza y la cultura emocional de muchos de los padres de hoy les hace difícil tener una mirada de cercanía y respeto hacia sus hijos.

En este contexto es importante plantearnos cómo los miramos, qué dice nuestra mirada sobre ellos y sobre nuestros sentimientos.

Los chicos necesitan ser mirados y a través de esto ser cuidados y mimados. Es necesario poder verlos como seres únicos, diferentes y dignos de nuestro respeto.

La mirada tierna debe estar presente en cada límite y norma que se le ponga en su desarrollo. De esta forma no dejaremos de guiarlos pero no pondremos en duda para ellos el amor que les tenemos.

Por supuesto que no siempre podremos mantener esa mirada amorosa y esto constituirá también una puesta de límites hacia el niño. Pero lo importante será que la norma sea el amor y que ellos no sientan en nuestra forma de mirarlos que está en peligro nuestro cariño hacia ellos.

 

El poder de la mirada

La relación con los niños no es de igual a igual. Ellos tienen otro modo de relacionarse con el mundo y unas emociones que muchas veces los superan. Nosotros como adultos debemos acompañarlos en el descubrimiento del mundo que los rodea y de sí mismos y en esto la mirada es muy importante.

Si en esta etapa fundamental de su vida no podemos conectar con ellos a través de la mirada amorosa surgirán desencuentros que pueden derivar en situaciones negativas.

La pedagoga Elena Roger Gamir en un artículo para la web Solohijos afirma: “Una mirada tierna dice cuánto le valoras. Una mirada cálida dice lo importante que es su vida para ti. La mirada que llega al fondo del corazón les dice que, a pesar de lo ocurrido, todo tiene solución y confías en él”.

En la misma nota esta profesional nos invita a recuperar la mirada que teníamos hacia nuestros hijos cuando eran bebés. “Con el paso del tiempo, esa mirada que existía entre ambos se enfría, se trasforma en mirada de exigencia y deja de ser una comunicación de gratuidad”, advierte.

No hay que perder de vista que se trata de ese mismo bebé, que ahora creció y que tiene otras necesidades, pero al que debemos amar y mirar con ternura al igual que en el pasado.

Nuestra mirada tierna les hará entender que nos gusta lo que vemos y podrán ellos también verse con una mirada de aprobación.

La mirada de amor de los padres no se puede reemplazar ni por la más amorosa de las palabras.

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