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Nuestros pies cambiaron por el sedentarismo, pero podemos revertirlo muy fácilmente

Los pies son una de las pocas partes del cuerpo que no sufrieron muchos cambios en nuestra evolución. Sin embargo, la llegada de la Revolución Industrial nos volvió más sedentarios y esto sí los afectó. El daño puede revertirse de una manera muy simple.

Nuestros antepasados de épocas remotas tenían una vida muy diferente a la nuestra. Pasaban muchas horas en movimiento al aire libre, sus tareas eran manuales y requerían de gran despliegue físico.

Con la llegada de la Revolución Industrial nuestra forma de vida cambió y nuestro trabajo paso a realizarse en lugares cerrados y con menor requerimiento de movimientos. Hoy pasamos muchas horas sentados o parados y el sedentarismo nos gana cada vez más. El gran afectado por esto es nuestro cuerpo y en especial nuestros pies.

Si bien no se dispone de muchos datos sobre las extremidades de los primeros seres humanos ya que son partes que tendían a desaparecer primero, algunas huellas halladas nos dan pistas muy interesantes. Los pies de nuestros antepasados se mantuvieron prácticamente sin cambios, pese a las grandes modificaciones que atravesaba el resto del cuerpo humano.

Nuestro cerebro se agrandó, los dientes se achicaron, los huesos se alargaron pero los pies se mantuvieron casi sin cambios. Ello se debe a que eran adecuados al estilo de vida que llevaban los primeros habitantes de la Tierra.

Todo fue así hasta hace unos tres siglos, cuando cambiamos nuestra forma de vida y con ello también cambiaron nuestros pies.

Con los nuevos hábitos adquiridos por la Revolución Industrial,  nuestros pies se volvieron más débiles, más grandes y más planos. Y esto tiene consecuencias en todo nuestro cuerpo.

 

Investigación

La experta en Deportes y Salud de la Universidad de Exeter, Hannah Rice, comenzó a estudiar el tema debido a la cantidad de lesiones que se dan en personas que practican running. Se estima que casi el 80% de las personas que realizan esta actividad sufren algún tipo de lesión cada año.

La investigadora indica que las heridas no se deben a que los corredores exigen más de lo que los pies pueden hacer, si no que la clave está en lo que no se hace cuando no se corre.

Rice indica que hace decenas de miles de años los seres humanos usaban los pies mucho más que ahora con lo cual éstos están adaptados a ello y el sobreuso no es un inconveniente. Pero la gran diferencia con nuestros antepasados es que no usamos nuestros pies lo suficiente como para acostumbrarlos a mucho uso. “Lo que nos lastima realmente no es correr, sino lo que hacemos cuando no estamos corriendo”, afirma.

Además del sedentarismo otras características de la vida moderna contribuyen a los cambios en nuestros pies. Caminar en superficies duras y planas o el calzado de suela plana que solemos utilizar para ello, empeoran el panorama.

Como los cerca de cien músculos y tendones que componen nuestro pie se mueven menos, nuestra musculatura se debilitó haciendo que éstos se vuelvan más frágiles.

Al no pasar tanto tiempo descalzos se perdió la capa protectora de callos que solían tener nuestros antepasados.

El furor por el running iniciado en los años 70 nos unió para siempre con nuestras amadas zapatillas. Pero, desde que las usamos, ha aumentado la incidencia del pie plano y esto es un problema. El arco da estabilidad al pie y es esencial para caminar y principalmente para correr. Al realizar esta actividad, el arco del pie funciona como un resorte que amortigua nuestro contacto con el piso.

 

La solución

Pese a todo lo que te contamos, estos cambios en los pies pueden revertirse y de una manera muy sencilla. Lo mejor que podemos hacer por ellos es ¡caminar! Sí, algo muy simple, cotidiano y económico.

Y la forma más beneficiosa de hacerlo es descalzos. Está comprobado que cuando los niños no usan zapatos la incidencia de pie plano es menor.

Sólo bastará con modificar pequeños hábitos, como quitarse los zapatos dentro de la casa y tratar de moverse más. Siempre de a poco, ya que nuestros músculos olvidados nos recordarán de una manera dolorosa todo el movimiento que no les dimos. Lo mejor es comenzar gradualmente hasta ir dejando de lado el sedentarismo.

¡Nuestros pies agradecidos!