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Las palabras tienen un enorme poder sobre las personas a las que las decimos sean otros o nosotros mismos. Llenar nuestra vida de palabras positivas puede generar grandes cambios en la forma que vemos el mundo y hasta en nuestro futuro.

Es bien conocido el dicho que indica: “A las palabras se las lleva el viento”. Sin embargo, en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos las palabras quedan, tienen un efecto y dejan huellas. Es por ello que es indispensable ser conscientes de la manera en la que hablamos y en la que nos hablamos.

Las palabras son instrumentos creadores de realidades. Con ellas podemos construir y también destruir. Expresarnos de manera positiva con toda seguridad nos traerá buenos resultados.

Todo lo que sale de nuestra boca tiene un valor, por más insignificante que sea lo que dijimos. Y debemos tener en cuenta que las palabras que elegimos a diario no solo afectan a los demás si no que también condicionan lo que nos pasa.

Hablando en leguaje de las “redes sociales”, todos debemos considerarnos “influencers”, porque podemos ejercer, a través de nuestras palabras, una enorme influencia en quienes nos brindan su atención. Un poder tan grande, conlleva una gran responsabilidad. Es nuestro deber cuidar lo que decimos, ser “impecables con nuestras palabras”, según afirma el médico mexicano Miguel Ruiz en su texto Los cuatro acuerdos.

 

Lenguaje positivo

Las vibraciones que salen de nuestra boca tienen una energía muy poderosa. Es por eso que debemos entrenarnos en hablar cosas positivas. Expresar sentimientos de fe, de paz, de armonía hará que nuestras vivencias se equilibren y se alineen con nuestras palabras influyendo positivamente en nuestro futuro. Nuestros pensamientos y nuestras palabras determinan nuestra actitud y nuestras acciones, y esto influye en nuestras experiencias.

Es importante procurar que nuestro lenguaje edifique, bendiga, estimule, apoye, de consuelo y exprese amor. De lo contrario generaremos negativos efectos en los demás y en nosotros mismos. Si las cosas que salen de nuestra boca son buenas es porque nuestro interior está lleno de buenos pensamientos y deseos.

El filósofo e investigador Luis Castellanos escribió el libro “La ciencia del lenguaje positivo” (Paidós), donde destaca que las palabras positivas tienen una repercusión directa en el funcionamiento del cerebro y que entrenarnos para usar las palabras más acertadas puede beneficiar nuestra salud, bienestar y relaciones interpersonales.
En el centro “El Jardín de Junio”, dedicado a la investigación en neurociencia cognitiva, comprobó, mediante encefalogramas, que el cien por ciento de las palabras positivas pronunciadas por un ordenador activaban el tiempo de reacción del cerebro. Las palabras negativas o neutras no lo hacían.

Los vocablos con alta carga positiva como feliz, alegre o reír generan una alta activación cerebral.

Castellanos afirma que el lenguaje determina la manera en que abordamos la vida y lleva implícito un tipo de acción o de inacción.

El lenguaje forma parte de la inteligencia emocional que es la que nos permite gestionar nuestras emociones y las relaciones con los demás. Dada esta importancia de lo que decimos es que el investigador sugiere un plan para aumentar nuestras palabras positivas. El primer paso es tomar conciencia de nuestro lenguaje actual, luego debemos regular nuestro lenguaje mediante el entrenamiento y por último, consolidar el hábito de expresarnos en positivo.

Cuidar lo que decimos y lo que nos decimos puede ser una gran diferencia en la manera en que nos relacionamos con los demás y en cómo nos irá en la vida.

 

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