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Portada » Un mundo sin razas

La ciencia cambió hace años su postura de dividir a los seres humanos en razas. Diversos estudios tiran por tierra estas clasificaciones y demuestran que, desde el punto de vista biológico, somos todos iguales.

Albert Einstein decía que  «es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio» y en lo que respecta a razas humanas la afirmación se vuelve muy cierta. Aún hoy se siguen viendo innumerables muestras de discriminación hacia las personas por motivos raciales, pero la ciencia hace años abandonó estas clasificaciones y demuestra con estudios que las razas humanas no existen.

En el reino animal, cuando hablamos de razas, hacemos referencia a grupos de individuos que se distinguen por rasgos adaptados al tipo de ambiente. Sin embargo, entre los seres humanos estas distinciones llegaron muy lejos e implicaron que un grupo de personas con determinadas características se consideraran superiores a otras.

La diversidad humana no se percibía como una selección del medio ambiente sino como el reflejo de las características culturales de las poblaciones del planeta.

Algunos rasgos eran considerados superiores y se asociaban a la inteligencia y educación; mientras que otros se consideraban poco atractivos y primitivos.

En el siglo XVIII el contexto llevó a que muchos científicos apoyaran estas afirmaciones con diversos estudios pero luego se comprobó que éstos se basaban únicamente en parámetros sujetos al medio ambiente, fruto de la evolución y de la selección ambiental de los rasgos fisonómicos.

 

No hay razas

Desde los años 50 y 60 el término raza (usado para diferenciar a los seres humanos por sus características visibles), comenzó a ser cuestionado en el ámbito científico.

El surgimiento de la genética humana y de las nuevas corrientes antropológicas, puso en duda que pueda dividirse a los humanos por sus características físicas.

Se realizaron variados estudios donde se analizó tanto la morfología del esqueleto humano, como cuestiones genéticas y moleculares. Se llegó a la conclusión de que las razas no existen desde el punto de vista biológico. Los científicos demostraron que los hombres tienen un origen común, con un mismo repertorio genético y que las variaciones que encontramos no son el resultado de genes diferentes.

El ​ profesor de Harvard Richard Lewontin realizó en 1972 un análisis de unas proteínas contenidas en la sangre de diferentes poblaciones. Los resultados evidenciaron que no hay diferencias significativas desde el punto de vista molecular entre las supuestas razas humanas.

Desde la genética, demostraron que la secuencia de bases (las unidades que forman la información genética) en el ADN humano es idéntica al 99,9 por ciento. Es decir, en cuestiones genéticas “de base” las variaciones son mínimas y no permiten la distinción de razas.

Con el correr de los estudios se llegó a una conclusión científica, imparcial y rigurosa sobre la igualdad de los seres humanos.

 

Diferentes términos

En el lenguaje científico se desaconsejó el uso del concepto de raza y se insta a reemplazarlo por las palabras etnia o población.

Esta forma de referirnos a las diferencias humanas se tornó inconsistente ya que nunca hubo una clasificación unívoca del número ni de los parámetros utilizados.

La Asociación Antropológica Americana sacó, en 1994, este término de su repertorio por considerarlo obsoleto y carente de soporte científico.

El consenso es que existe una sola especie humana: el Homo sapiens.

De hablar de raza se pasó a otros términos como ascendencia para referirnos a los caracteres que heredamos de nuestros antepasados.

En la Unesco se celebraron reuniones de antropólogos, zoólogos, médicos, anatomistas y otros profesionales que promulgaron declaraciones sobre las razas. Algunos de los acuerdos destacados fueron:

  • Que todos los seres humanos que viven hoy día pertenecen a la misma especie y descienden del mismo tronco
  • Que la división de la especie humana en ‘razas’ es en parte convencional y en parte arbitraria, y no implica ninguna jerarquía en absoluto.
  • Que el conocimiento biológico actual no nos permite imputar los logros culturales a las diferencias en el potencial genético, sino que solo deberían atribuirse a la historia cultural de los diferentes pueblos. Los pueblos del mundo actual parecen poseer igual potencial biológico para alcanzar cualquier nivel de civilización.

Ya en el siglo XXI los genetistas debatieron el tema y expusieron que raza no es un concepto significativo ni útil para explicar las diferencias humanas ya que se basa solo en descripciones físicas aparentes sin considerar lo biológico.

Desde esta ciencia se avala que las diferencias genéticas entre grupos son biológicamente insignificantes, ya que existen más variaciones genéticas al interior de los grupos denominados razas que entre ellos. Además afirman que los rasgos raciales no poseen fronteras definidas.

Todas estas afirmaciones no niegan la diversidad genética en la especie humana. Hay innumerables muestras de las diferencias entre distintas poblaciones, pero éstas no se corresponden con los rasgos que comúnmente usamos para definir las razas como el color de piel o la forma de los ojos. Hay diferentes características genéticas pero no hay conjuntos homogéneos de variantes que permitan definir grandes grupos humanos a los que podamos denominar razas.

Sea como sea que nos veamos, nuestra biología nos dice una sola cosa: todos somos iguales.

 

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